sábado, 22 de julio de 2023

¿Qué puedo hacer por ti?

Por DIANA PARDO

¿Qué puedo hacer por ti?, me preguntó hace unos días un médico tan pronto entré a su consultorio. Era la primera vez que lo veía, yo estaba nerviosa por el chequeo que me tenía que hacer, y la frase me pareció cálida; estoy acá para ayudarte, sugería. Me acordé de la serie New Amsterdam, un drama médico sobre el cambio que experimenta un hospital de Nueva York con un director cuya filosofía parte de esa misma pregunta: ¿cómo les puedo ayudar? Una premisa simple que cambia la cultura del hospital y sobre todo el trato hacia los pacientes. Pero no vengo a hablar de la serie, sino de esa pregunta que me parece poderosa y que resulta aplicable cualquiera sea la profesión o el oficio que hacemos.

Por más independientes que seamos, siempre necesitaremos de habilidades de las que nosotros carecemos. La sociedad está conectada por lazos invisibles de interdependencia, en donde nuestros conocimientos están destinados a servir a los demás. Somos parte de un tejido social que nos une y nos nutre. Desde los médicos y las enfermeras que cuidan de nuestra salud, los agricultores que cultivan los alimentos que consumimos, el pintor que les pone color a las paredes de nuestra casa hasta el conductor del taxi que nos transporta, cada uno contribuye con su experiencia a satisfacer nuestras necesidades, desde las más básicas hasta las más complejas.

El trabajo de los demás es esencial para nuestra existencia, pero muchas veces pasamos por alto el impacto que tiene en nuestras vidas y más aún el impacto que nuestros actos pueden llegar a tener en otros. Al adoptar la actitud del “qué puedo hacer por ti”, nos abrimos a un cambio de perspectiva, a una movilización de voluntades, a un compromiso social por tratar de ser más empáticos.

El contraste con esta mentalidad es la actitud del mínimo esfuerzo para ayudar a los demás. Hace unos días, en la puerta de un avión presencié la escena de una representante de la aerolínea con una señora mayor en silla de ruedas que llevaba un maletín en el canto. La empleada le dijo en tono displicente: “Si no puede subir el maletín al compartimento de arriba, se lo tengo que mandar por bodega”. La señora estaba sola y por la silla de ruedas se infería que ella misma no podía subir su equipaje. Un pasajero que oyó la conversación se ofreció a ayudarla. Cómo sería de distinto si la representante hubiera empezado la conversación con un simple ¿qué puedo hacer por usted?

https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/diana-pardo/que-puedo-hacer-por-ti-columna-de-diana-pardo-790077

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