Por Alberto López de Mesa
Entre
los efectos colaterales de la fallida "Guerra contra las drogas"
están los vejámenes a los que son sometidos los usuarios de sustancias
psicoactivas, denominadas oficialmente como drogas ilícitas es decir prohibidas
y por lo tanto quienes las usan son discriminados como asociales,
estigmatizados desde la moralidad aceptada y en el peor de los casos
criminalizados por contravenir códigos policiales.
Todo
lo ilícito termina incidiendo de mala manera en la conciencia colectiva,
asumiéndose como lo culturalmente inaceptado y todas las instancias proceden
consecuentes con tal ética, así los consumidores de drogas ilícitas para sus
familias, para el vecindario, para los centros educativos son personas
"problemáticas; para los profesionales de la salud son enfermos mentales;
para la policía son potenciales delincuentes; para los religiosos son posesos
del demonio.
Y
si bien es cierto que desde la edad media los prefectos de la Inquisición
satanizaron el uso de alucinógenos y quemaron en piras públicas a sabias
sibilas acusadas de brujas por el irreverente uso de psicoactivos naturales,
decapitaron a alquimistas dizque por endemoniados oficiantes de ciencias
paganas, hoy en día desde el mercado de la salud y de la asistencia social,
abundan profesionales y teguas por cuyo modo de atender a los adictos a
sustancias psicoactivas no están lejos de parecerse a los verdugos de la
Inquisición.
En
Colombia con las precariedades de nuestro sistema de salud y las escasas y
erráticas medidas de prevención, proliferan los centros pseudo terapéuticos de
garaje manejados como perversos negocios de engrupidores mucho menos que
empíricos, cuyos clientes son las familias, sobre todo las más pobres, que por
adolecer la falta de alguna instrucción sobre el cómo atender a los parientes
drogadictos, recurren a tales lugares donde la cura que se les ofrece más
parece un exorcismo que psicoterapia.
Para
ejemplificar está afirmación transcribo a continuación el patético testimonio
de alguien que trabajó como operador en uno de estos centros.
Omar
Guerra se llama el testigo del thriller que aquí narraré. Tiene 42 años, 1.90
de estatura, fue soldado profesional del Ejército nacional con experiencia en
combate antiguerrilla razón por la cual fue enrolado en el batallón que fue a
combatir al Sinaí junto al ejército norteamericano, al volver recibió
indemnizaciones y compensaciones en efectivo, pero pidió la baja, según dice,
porque en esa guerra se hizo poliadicto y adquirió las malas mañas de los
marines gringos. En menos de dos años se gastó la plata en prostíbulos, ollas
del microtráfico y bares de mala calaña, luego de cinco años de rumba
licenciosa cumplió procesos de desintoxicación y sanación en centros de toda
índole: unos con atención psiquiátrica que lo medicaban, también conoció los
que usaron las terapias de choque, luego en los de confrontación y hasta los de
modos teoterapéuticos. Dice que dejó los psicotrópicos y que ahora es adicto a
los ansiolíticos y opiáceos de venta formulada. De ese periplo por distintos
métodos de rehabilitación aprendió los conceptos, los rituales y el argot de la
psicoterapia al tanteo que iniciaron hace 120 años los dos médicos pioneros
fundadores de Alcohólicos y narcóticos anónimos, gracias a ello y a su
corpulencia ha trabajado en centros de rehabilitación y hace dos años, al final
de la pandemia, hallándose sin plata aceptó trabajar como operador terapéutico
en una de estos centros cuyo nombre y seña cambiaré igual que el de su
propietario puesto que está columna invita a la reflexión y si acaso sugiere
que se investigue a profundidad el asunto.
Aquí
le llamaremos Fundación Camino iluminado, propiedad de un veterano que se hace
llamar Pastor, y que según Omar ese mote
es en realidad un alias.
La
Fundación tiene dos sedes, la principal en la localidad de Engativá es una
medianera, de tres pisos donde atienden hacinados a 120 pacientes varones, otra
en Kennedy de la que no tuve descripción, con capacidad para 70 personas, los
atendidos en uno y otro lado pertenecen a familias de los estratos dos y tres
que con mucho esfuerzo pagan entre quinientos y un millón de pesos, a esos que
les cobran menos se les considera becados.
De
cuatro maneras ingresan los "pacientes" a Camino iluminado. Unos, la
minoría, voluntariamente, casi todos mayores de cuarenta años de edad a quienes
los parientes logran persuadir de que accedan al tratamiento. Otros los hacen
ir con engañifas, les dicen, por ejemplo, que a tal hora asistan a una
entrevista de trabajo, cuando ya están dentro en la oficina de la dirección de
la Fundación los esbirros del director trancan las puertas y ventanas de la
casa y con descaro, cínicamente le
informan al retenido que tuvieron que decirle la mentirita de la entrevista de
trabajo para que accediera a venir y recibir el necesario tratamiento. Y le
advierten que no intente irse porque tienen la autorización de su familia de
retenerlo si es preciso por la fuerza. Al engañado custodiado por dos
macancanes malencarados no le queda otra que resignarse al cautiverio
terapéutico.
Las
otras dos modalidades son más drásticas e ignominiosas, se aplican a rebeldes e
insumisos por lo general consumidores de
bazuco, cocaína, opioides o alcohol que ya encumbran la compulsividad de la
curva adictiva o ya están en el grado crónico e irreversible de la
intoxicación. A estos, si son acuerpados y fuertes los sedan valiéndose de un
pariente que furtivamente le pondrá en un jugo o en el café 10 gotas de Sinogan
suficientes para rendir a un potro salvaje, una vez dormido lo sacan en camilla
para disimular la afrenta con el vecindario. Cómo la dosis del sedante no la
decide un especialista sino un chambón, con algunos se les ha ido la mano en la
posología y les ha tocado llevar a la víctima en coma de urgencia a un
hospital. Por eso prefieren usar la fuerza bruta, los macancanes de la
Fundación llegan de improviso a la casa de la familia que los contrata simulado
ser oficiales del CTI con orden de capturar al paciente por un supuesto pedido
de la Fiscalía, está apariencia les sirve también para no delatarse ante el
vecindario. Así, no obstante la deplorable violacion de derechos humanos, con licencia para la impunidad, mantienen el
cupo completo en las dos sedes de la Fundación.
Si
deplorable es el ingreso es aciago el diario vivir de los internos. Dice Omar
que Pastor es mezquino, sádico, que no disimula la avaricia.
Los
pacientes duermen en camarotes de tres puestos estrechos, como anaqueles de la
morgue. Los despiertan a las cuatro de la mañana porque sólo hay cuatro duchas
para un baño por turnos de tres minutos estrictamente controlado. El aseo de la
casa, la preparación de los alimentos les corresponde a los castigados porque
la concepción del tratamiento es un suplicio o mejor decir un linchamiento por
el pecado de haber consumido sustancias diabólicas. Luego están las homilías
increpativas del Pastor y los enjuiciamientos de valor de los pseudo
terapeutas. El conductismo ramplón es el método, con la premisa de que hay
conductas asociadas al vicio, luego al vicioso hay que extirparle los impulsos
hacia las malas conductas.
Llaman
El Banco al sitio en donde sientan e incriminan
a los de modales agresivos, y hay de aquel que cometa un hurto u ofenda
a alguno de los del staff de serviles, lo mínimo que sufre es el escarnio
público porque también lo obligan a permanecer horas en una misma e incómoda
pose como un cepo sicológico en castigo por su falla.
En
brigadas van a Corabastos a buscar alimentos que han desechado los vendedores
por maltratados o en estado no óptimo, sea vegetal o cárnico; porque los que
adquieren en el Banco de Alimentos o de donaciones de las familias, los negocia
Pastor por otro lado.
Es
famosa entre los que han estado en estos centros terapéuticos de garaje
"La sopa de visages". que es un menjurje sin el menor tino culinario,
hecha con lo que haya, pero en Camino iluminado,dice Omar, el mazacote que
resulta es vergonzante.
El
tratamiento dura nueve meses, los que no están castigados reciben visitas cada
30 días las que coinciden obviamente con el pago de la mensualidad. La
teoterapia también se imparte a los acudientes, es un discurso macabro, en el
que se les mete a los parientes " el miedo a las tentaciones de Satanás,
el cachano que siempre está al acecho de las gentes impías y de las almas
débiles por falta de fe…"
Omar
me contó muchas infamias que presenció y hasta sufrió en esa casa, pero
prefiero resaltar de su testimonio las tristeza que la daban las madres
inocentes, manipuladas por Pastor para que mantuvieran la falsa esperanza de
que su hijo en ese lugar recibiría el influjo mágico que le exorcizaría por
siempre al demonio del vicio.
En
la oficina del director están colgados los retratos de los egresados
victoriosos, son pocos y esto lo justifica una frase de publicidad engañosa que
en letras grandes también está colgada en la oficina: "Sólo tú puedes pero no puedes solo." Con
este argumento si el egresado no supera la dependencia a las drogas o recae en
el vicio no hay derecho a reclamos, pues como ahí lo dice, "sólo el puede,
depende de su fuerza de voluntad y de lo que Dios quiera."
Las
ofertas de tratamiento a adictos a sustancias psicoactivas ya son un negocio
más de los muchos que se dan colaterales a la Guerra contra las drogas. Las
secretarías de salud les dan las licencias de funcionamiento sin mayor reparo,
pues a la larga los funcionarios de estas instancias también han sido curtidos
con la misma moralidad, y, peor los que llevan años atornillados en sus cargos
porque intransigentes asumen los caducos paradigmas como verdades axiomáticas.
De
suerte que en este siglo ya se promulgan los conceptos vanguardistas de la Reducción de daños y riesgos desarrollados
en Europa del norte en consenso de sicólogos, pedagogos, antropólogos entre
otros humanistas, cuyos criterios en pro de la dignidad y del respeto a la
libertad de conciencia han logrado posicionar en las constituciones artículos
en defensa de los derechos humanos de los usuarios de sustancias psicoactivas.
En nuestro país su incidencia en los gobiernos y la cultura aún es una lucha en
ciernes, vale decir que también hace falta que tales criterios se adecúen a la
realidad cultural y social de cada país.
Se
requieren cambios estructurales en todas las instancias para que trascendamos
las nociones, la comprensión y el tratamiento del uso y el goce de sustancias
psicoactivas. Ojalá no sólo sean los avispados negociantes quienes inventen los
medios para la sensibilización ante el fenómeno o para su eventual legalización
y cundan el mercado junto a las licoreras y las cigarrerías con producto a base
de alcaloides, opioides, cannabicos, etc. con marcas de los monopolios
de la industria farmacéutica. Ojalá participen los modos ancestrales de
nuestros indígenas, y los saberes al respecto de los druidas y sabios de la antigüedad.
Amanecerá
y veremos.
https://www.elespectador.com/bogota/opinion-algunos-centros-de-rehabilitacion-una-inquisicion-teoterapeutica/
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